07 agosto 2013

Adiós a la conciliación, hola a la integración

Ya sé que esto que voy a decir puede sonar a herejía, pero me repatea la expresión “conciliación vida laboral y personal” o en inglés “work & life balance” (balance entre trabajo y vida), ya que implica hablar de lo profesional en oposición a lo personal, obliga a tratar el trabajo como un elemento aislado e incluso contrario a nuestras vidas, como si fuera el lado oscuro de la condición humana, el Mr. Hyde del Dr. Jekyll. 

Y sin embargo es absurdo este intento de separar el trabajo de nuestras vidas porque, por más que uno quiera, no podemos deslindar lo profesional de lo personal. Para bien o para mal, el día a día en el trabajo afecta mucho a nuestra situación personal, y viceversa, nuestra situación personal influye en el rendimiento profesional. Guste o no, trabajo y vida están naturalmente integrados y entrelazados. 

En efecto, el trabajo es consustancial a la vida, y tratar de separarlos poniendo uno a cada lado de la balanza es, además de artificial, un contrasentido que impide que el desarrollo humano y material vayan parejos, lo que constituye una de las raíces del malestar de la cultura moderna, sobre todo en la moral social. 

Sinceramente, tener que elegir entre mi carrera y mi familia es un planteamiento erróneo, doloroso e injusto. Por eso es que creo que debemos derribar este falso muro que distingue entre vida laboral y personal que hemos construido durante la era industrial. 

No se trata, pues, de pretender “conciliar” (hacer compatibles) dos formas de vida que de facto no son contrarias, sino que la cuestión crucial aquí y ahora es saber "integrar" trabajo y vida. Necesitamos defender la idea de que el trabajo forma parte de nuestras vidas (una parte elemental por cierto). Estamos obligados a transformar el trabajo en lo que es, en algo humano. Y que esta integración consiga que cualquier profesional pueda ser, ante todo, persona.


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